Al calor de la, ya avanzada,
crisis sistémica del capitalismo y, en concreto, debido a la situación
agónica de la juventud obrera y estudiante, varios colectivos,
implicados en el sector estudiantil, decidieron convocar una
manifestación para dejar patente la profunda preocupación que tenían
para con su presente y futuro. El final no fue el habitual, sino que se
decidió pernoctar en la Puerta del Sol, con el objetivo de que las
protestas no quedaran solo en una simple marcha, y aunar fuerzas con el
paso de los días. La afluencia de gente, sobre todo debido a la brutal
represión de la primera noche, fue exponencial y masiva, unida a una
ilusión palpable respecto a todo el movimiento que estaba surgiendo.
Las propuestas comenzaron a
fluir dentro de aquel epicentro de inmenso grito social que se levantó
en la Puerta del Sol, y que poco a poco fue extendiéndose por las plazas
de las ciudades y pueblos de todo el Estado. Comenzaron a realizarse
asambleas, a repartirse las tareas en comisiones, a trabajar y fijar los
objetivos que se proponían como forma de mejorar la sociedad. La
respuesta social fue disolviéndose con el paso de los días, ante una
idea inicial fundamentada en que podría cambiarse la realidad en un
periodo de tiempo mínimo y en un espacio determinado – tomada de lo
acontecido en la Plaza Tharir de Egipto -. Ésto, unido a las patentes
trabas y al escaso ritmo, emanado de la errada forma organizativa a la
hora de consensuar los puntos a tratar en cada asamblea, hizo que se
decidiera poner fin a la acampada el día 7 de Junio, determinando
descentralizar el trabajo hacia los barrios – en un intento de
construir, espontáneamente, algo parecido al poder popular -.
Fue así como, poco a poco, se
fueron estableciendo asambleas en buena parte de los barrios de las
ciudades más importantes del Estado. Cierto número de ellas fueron
multitudinarias, debido a la inercia que proporcionó el escaso mes de
AcampadaSol y las movilizaciones que tuvieron lugar en ese lapso de
tiempo. Pero pronto perdieron esa fuerza inicial y dejaron de atraer la
mirada de las masas, pues se hacía patente que, por muy buenas
intenciones que tuvieran los ciudadanos más volcados en el
movimiento, éste carecía de una organización eficiente, de objetivos
concretos y , sobre todo, de una táctica adecuada.
Sea como fuere, estas asambleas
pervivieron y sirvieron de correas transmisoras del movimiento,
haciendo de engranajes que coordinaban las luchas de resistencia
barriales y las que se daban a niveles superiores – local, provincial o
incluso estatal-.
Así llegamos, sin pena ni gloria, al
primer aniversario del movimiento 15M. Hagamos balance de lo que supuso
para el conjunto de las capas populares.
En primer lugar, algo que, sin
duda, hay que reconocer al 15M, es que politizó a buena parte de la
sociedad que, hasta ese momento, permanecía impasible ante su penosa
situación. La psicología de derrota imperante en cada centro de trabajo,
de estudios y en cada barrio, fue momentáneamente vencida. Se dejó
atrás el miedo a entablar conversaciones sobre lo que estaba ocurriendo
en nuestra realidad inmediata. Esta desafección social quedó patente en
las elecciones municipales que tuvieron lugar a los pocos días de la
explosión del 15M, donde comenzó a verse la aparición de un abanico más
extenso de partidos burgueses, en la senda del comienzo del fin del
bipartidismo burgués entre PSOE y PP. Sin embargo, no podemos obviar
que, al ser éste un movimiento espontáneo de las masas, sólo puede
generar conciencia burguesa, reformista; conciencia de sí, pero no conciencia para sí.
De igual modo, poco a poco nos vamos encontrando con un movimiento
limitado en lo organizativo, completamente horizontalista, que posee un
carácter profundamente apartidista y carente de herramientas que
presenten, al conjunto de la clase obrera y al resto de capas populares,
una alternativa real al sistema capitalista. Hemos podido ver que se
entendía la democracia burguesa, y el marco imperialista que la engloba,
como algo domesticable, siendo -para ellos- posible la gestión de la
economía por el conjunto del pueblo sin salirnos de los márgenes del
“libre mercado”. Se negaba, por tanto, el objetivo carácter
revolucionario del proletariado y su condición de sepulturero del
capitalismo, sustituyéndolo por concepciones interclasistas, donde el
objetivo de la clase obrera no es edificar una nueva sociedad, sino
buscar su mejor situación dentro del marco democrático-burgués,
ocupando, además, un lugar secundario en el movimiento, nunca
protagónico.
El 15M sigue, posteriormente -y como no
no podía ser de otro modo- evolucionando. Su vanguardia práctica,
directora efectiva del movimiento, así como los sectores de las masas
que participan en él, adquieren una valiosa experiencia política, por
ser ellas las protagonistas del mismo. De este modo empiezan a concebir
el sistema como algo amplio, que abarca todos los aspectos de la vida, y
no sólo como un problema político restringido a los estrechos márgenes
del parlamento o una cuestión económica reducida a la avaricia de
ciertas -y sólo ciertas- entidades bancarias y multinacionales. Los ecos
del 15M empiezan, entonces, a ramificarse, y surgen convocatorias,
colectivos y movimientos espontáneos dependientes -orgánica o
ideológicamente- del susodicho. Vemos nacer tomalafacultad, YoNoPago, Yayoflautas,
etc. Del mismo modo, al identificar sus intereses inmediatos con los de
otras organizaciones o grupos previamente existentes, se funden con
ellos y unifican su acción. Ejemplo de ésto es la relación simbiótica
existente entre las asambleas barriales y la PAH.
La situación de la clase obrera
-en particular- y la de los sectores populares -en general- continúa
empeorando, pues la correlación de fuerzas sigue inclinándose
-amplísimamente- del lado de la burguesía. Ante esta situación, los
elementos más avanzados del movimiento de resistencia buscan nuevos
métodos de lucha, sin salir nunca de la espontaneidad ni de los límites
que impone la lógica del capital. Otean el horizonte, se atreven a mirar
un poco -insistimos, sólo un poco- más lejos de lo que solían. Así
nacen citas como la del 25S: Rodea el congreso, 25A: Asedia el congreso,
etc.
Se empiezan a percibir
actitudes peligrosas para el sistema, que, de ser encauzadas de forma
revolucionaria, podrían representar -como es obvio, a largo plazo- una
verdadera confrontación entre clases plenamente conscientes de sí
mismas. Por eso, paralelamente a todo este proceso y a esta -leve-
radicalización, el sistema pone en marcha sus mecanismos de protección.
De este modo, el ala izquierda
del Capital, representada en el parlamento por Izquierda Unida, comienza
un trabajo, al igual que hiciera el PCE en los años 60 con las
Asambleas de barrios, de erradicamiento de cualquier brote
revolucionario de superación del sistema, encauzándolo hacia los
intereses, meramente electorales, de su partido burgués, planteándolo
como la única posible solución al capitalismo. De este modo, fagocitan
el movimiento de las masas para hacerlo asumible por el sistema, dentro
de la lógica democrático-burguesa (http://madrid.tomalaplaza.net/2013/05/01/denunciamos-la-estrategia-de-izquierda-unida-de-fagocitacion-de-los-movimientos-sociales/). No les resulta difícil, pues, como apuntábamos, eran pocos y tímidos los cuestionamientos reales al sistema capitalista.
Así, llegamos al segundo aniversario del
movimiento 15M. Hemos atravesado unas elecciones generales y un cambio
en los gestores de la dictadura burguesa. Desgraciadamente, la burguesía
sigue campando a sus anchas sin encontrar una confrontación real con su
clase antagónica, el proletariado, por lo que continúa pasando por
encima de él para ampliar, en lo posible, la cuantía de las plusvalías
que roba. Se suceden las reformas, los recortes y toda clase de
atropellos contra la clase obrera y el conjunto de los sectores
populares. Han tenido lugar, en este lapso de tiempo, una total de dos
Huelgas Generales -29M y 14N-, convocadas -y dirigidas- por la
aristocracia obrera hacia sus propios intereses, pues ésta se ve
obligada a pugnar con la gran burguesía por esa -pequeña- cota de poder
que le fue cedida al restaurar el marco democrático-burgués tras el
franquismo.
Ante esta abrumadora realidad
que sufrimos a diario, el 15M continúa su camino. Este domingo -12M-
están programadas una serie de marchas, que confluirán en una sola, para
conmemorar el segundo aniversario de su nacimiento, así como un extenso
conjunto de movilizaciones en días previos.
Ante ello, hemos realizado este
necesario análisis, por el que concluimos que este movimiento
espontáneo de masas ya cumplió su breve y limitado cometido histórico –
apertura a la politización social y cuestionamiento de lo establecido -.
Nada escapa al cambio, al desarrollo – en definitiva, a la dialéctica
-, por ello es vital comprender que el 15M ha de morir para dar lugar a
una realidad sociopolítica nueva y superior. Esto es algo que no
comprenden los reformistas, los revisionistas y los oportunistas pues,
de forma antidialéctica, quieren matar y no dejar morir
al movimiento 15M; éste ha supuesto una verdadera escuela política para
muchos elementos avanzados del proletariado, y han de ser ganados para
la causa del socialismo científico, no pueden ser ignorados bajo los
peregrinos epítetos de pequeñoburgueses o desclasados.
Sin cumplir esta tarea -en este y otros frentes-, el divorcio entre el
proletariado y la vanguardia comunista se prolongará. Es hora, por fin,
de reconstruir el movimiento obrero, de darle conciencia para sí y de elevarlo -y dirigirlo- revolucionariamente.
Este es, a grandes rasgos, el
escenario actual, que parece desorientar a todas las formaciones,
organizaciones o agrupaciones políticas – pretendidamente “rebeldes” o
“revolucionarias” -, que de ningún modo representan los intereses
objetivos de la clase trabajadora, pues parten de análisis acientifícos,
cimentados en las tierras movedizas del idealismo y la metafísica, esto
es, basados en el pensamiento burgués y no en el proletario
-científico-.
Atendiendo a las conclusiones,
debemos comprender que la eclosión social del 15M tiene lugar
-principalmente- ante el desmantelamiento paulatino del llamado “Estado
del Bienestar”. Responde, por tanto, ante la necesidad de los sectores
pequeño burgueses y aristocrático-obreros, de clamar contra lo que
consideran un atropello hacia sus condiciones de estabilidad, esto es,
la proletarización de sus condiciones de vida. Es por ello que está
arraigado, en el seno mismo del movimiento, el carácter puramente
interclasista y ciudadanista que no corresponde con la aspiración máxima
del proletariado – lo cual no se encuentra, aunque pueda haber obreros,
dentro del 15M -, sino a una lucha social que enarbola la bandera de un
capitalismo al que sueñan retornar, a esos años de bonanza que, para
esa parte de la población, suponían un nivel de vida que veían -o
querían ver- como eterno.
La cuestión es que la pequeña burguesía
no es el sujeto revolucionario, no juega el papel de oprimido que sí
juega el obrero dentro de las relaciones de producción capitalistas y,
por tanto, no es la clase social llamada a protagonizar y guiar la
Revolución Socialista que entierre el modo de producción burgués en el
cementerio de la historia. Por lo tanto, es menester entender que la
pequeña burguesía no debe tomar un papel protagonista dentro de la
vanguardia práctica – como sí juega ahora -, sino que debemos ganárnosla
(a la peq. burg.) como aliada del proletariado en el
camino hacia el Socialismo, algo que, al calor de la profunda crisis
estructural del sistema capitalista, y de, por tanto, su inevitable
proletarización, supone una gran ventaja para la causa abanderada por el
Partido Comunista.
El papel de la violencia empieza,
progresivamente, a verse como un arma necesaria en el grito espontáneo
de las masas – o, en su defecto, los métodos de lucha que escapen del
marco democrático-burgués, véase el escrache -. Es por ello que debemos
preguntarnos qué violencia es la que necesitamos, pues la que responde a
acciones individualistas no supone avance ninguno para el movimiento
obrero. Para determinarlo acudimos al análisis materialista y dialéctico
de la historia, el cual nos enseña que el motor de cambio y de
desarrollo histórico es la confrontación directa -ineludiblemente
violenta- entre las clases sociales, es decir, la lucha de clases. Si
queremos derrocar y superar este sistema – verdaderamente -, liberarnos
de toda opresión, debemos arrebatarle el poder político a nuestra clase
antagónica, la burguesía, la cual no entregará a su enemigo natural, la
clase obrera, su herramienta dictatorial – el Estado – a cambio de
movilizaciones pacíficas y manos alzadas. Entendido ésto, y por mucho
que nos pese a quienes soñamos y trabajamos por un sistema al verdadero
servicio del ser humano, debemos asumir dicha realidad. De igual forma,
es necesario puntualizar que las acciones de violencia deben estar
dirigidas por la vanguardia del proletariado, el Partido Comunista, para
dotarlas de un verdadero carácter revolucionario, logrando, así, los
objetivos deseados.
Concluimos, por tanto, que la
ardua – pero maravillosa – tarea a realizar por la vanguardia teórica,
es – además de deslindar posiciones con el revisionismo y el oportunismo
– la de acudir allí donde se encuentra el único sujeto revolucionario,
la clase obrera, que no es otro lugar que los centros de trabajo –
aunado con los institutos, universidades y barrios -, trabajando,
entremezclándose y ligándose con él, elevando su conciencia, sacándole
de los márgenes de la lucha economicista, y organizando lo que será el
futuro Estado Obrero, construir la máquina de Poder Popular que
derrocará al Estado burgués -Frente Único del Pueblo- y que traerá la
tan ansiada revolución emancipatoria que ponga fin, de una vez por
todas, al yugo de esta opresión tiránica que no tenemos porqué soportar
ni un minuto más.
Así, desde el PARTIDO COMUNISTA
OBRERO ESPAÑOL en MADRID, reafirmamos nuestra intención de organizar al
proletariado madrileño y dotarlo de conciencia revolucionaria. Del
mismo modo, hacemos un llamamiento a todos los comunistas del Estado
español a engrosar las filas del PCOE para luchar consecuentemente por
la Revolución Socialista y la edificación del Socialismo.
Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español en Madrid
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