¿Qué fue de la « Marcha negra » de los mineros españoles?
La tercera « marcha
negra » de la historia salió de tres regiones todavía mineras: León,
Asturias y Aragón, contra la decisión del Estado español de suprimir las
subvenciones a la industria minera, sobre todo a las minas del carbón,
que suministran las centrales términas de las empresas eléctricas.
La marcha, organizada por
los sindicatos FITAG-UGT y FI-CC.OO. afiliados a IndustriALL Global
Union, sufrió una represión tan dura como en los tiempos del franquismo,
ya vivida durante las protestas contra la reconversión industrial de
los años 80.
Los antidisturbios, la policía nacional, y la Guardia Civil sitiaron los pueblos que apoyaban a los mineros con métodos.
Los mineros han combatido
duramente, mucho mejor preparados que la mayor parte de la clase obrera
de hoy, pero ingenuamente al defender los intereses de la patronal
minerA y marchando incluso al lado de alcaldes de la región del PP. Han
sido dirigidos por dirigentes regionales de UGT y CCOO que ya estaban
negociando una reducción por etapas de las subvenciones sobre un periodo
de cinco años.
Los mineros han luchado
con la ingenua idea de hacer cambiar de opinión al ministro de
industria, es decir, como suele ocurrir, los sindicatos traidores llevan
a los mineros a luchar contra un muro, pues omiten a los trabajadores
que no son los gobiernos los que toman las decisiones, sino los
capitalistas, no sólo españoles, sino franceses o alemanes a quienes
interesa que no haya competencia en la producción de carbón.
Se vivieron momentos de
gran solidaridad durante todo el recorrido y la llegada a Madrid, donde
miles de personas les recibieron y apoyaron. Pero se repite la historia.
Un sector muy combativo de la clase obrera (como es el caso también de
los trabajadores de astilleros) luchan aislados y con un objetivo
economicista y sectorial. Después viene la derrota, la decepción y la
desmovilización.
Esos mismos sindicatos
han llevado a los trabajadores mineros a defender las subvenciones para
los empresarios mineros, tal era el objetivo de la marcha.
Una vez fracasado el
objetivo de la marcha, los empresarios de las minas no tardaron en
atacar las condiciones de trabajo de los mineros.
Uno de estos empresarios,
Victorio Alonso, propietario de UMINSA, ha querido imponer la
flexibilidad absoluta para que los trabajadores trabajen más por menos,
ya que se ve apremiado para entregar la cuota comprometida de carbón:
horarios, jornadas, salarios, vacaciones, horas extras, etc. Entre otras
bagatelas los trabajadores deben trabajar 6 días seguidos con jornadas
de 10h y 3 días de descanso obligado, pérdidas de salario de hasta 400
euros, reducción de horas extras nunca antes declaradas,...
Los mineros comienzan
entonces una huelga sin ser aprobada en asamblea, lo cual provoca las
primeras divisiones. Hasta el punto de que una parte de los trabajadores
van a trabajar escoltados por la policía.
Todos los miembros del
comité de huelga reciben una carta de despido, y el 60% de los
trabajadores del exterior deciden continuar la huelga.
Los mineros esperan la
negociación entre la administración regional y el patrón, completamente
olvidados por los medios de comunicación, con un tremendo desgaste
sicológico y económico, y su futuro en manos de las decisiones de otros.
Tal es el resultado de la
dirección economicista de las reivindicaciones de los mineros, aislada
de los otros sectores de la clase obrera. Un ejemplo de desorganización
que se repite constantemente en España, en el marco de una derrota
general de la clase obrera que lucha de forma espontánea, fragmentada y a
destiempo.
Ninguna organización
excepto el PCOE les señala que en su mismo seno, la clase obrera tiene
instrumentos para responder de forma unitaria y tomar el poder: la
unidad a través de representantes elegidos por ellos, los comités de
empresa, los delegados de personal, las juntas de personal..., en
centros de trabajo, y representantes salidos de asambleas populares en
sus barrios.
Ahí están, ahí siguen, mirando lejos de la única salida digna para la clase trabajadora: el Socialismo.
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