viernes, 12 de abril de 2013

Las urnas, el paraíso de todo socialdemócrata




Aguas revueltas y cantos de Sirena son la última moda dentro del espectro de la socialdemocracia, y por ende del anticomunismo, en la ciudad de Sevilla. Si hace poco varias organizaciones, por ejemplo la pequeña burguesía nacionalista o entidades socialdemócratas como Izquierda Anticapitalista se pronunciaron por la transformación del autodenominado “Bloque Crítico” en opción electoral, ahora es otra organización socialdemócrata la que así lo hace. Se trata del “activista” Jesús Castillo de la organización “En Lucha”. Nos parece interesante analizar la cuestión, tanto por el oportunismo que desprende semejante tesis como por el hecho de que el “activista” es viejo conocido de nuestra organización. 

En primer lugar, como no podía ser menos en una organización socialdemócrata, su propuesta no contempla al sujeto revolucionario, la clase obrera. Es decir, quieren construir una “alternativa” desde un nuevo sujeto de cambio, que para ellos son los autodenominados “movimientos sociales”.  

A nadie con dos dedos de frente en esta ciudad se le escapa que esos autodenominados “movimientos sociales” se encuentran totalmente desconectados de los centros de trabajo. Es decir, se encuentran desconectados de la clase obrera, del sujeto revolucionario. Claro, que para ellos, el sujeto revolucionario es la ciudadanía, basado ese mantra acientífico del 99% de la sociedad. A nadie que desarrolle un mínimo trabajo militante en los polígonos industriales de la ciudad se le escapará que la media y pequeña producción capitalista es la base del capitalismo local, y que las peores condiciones laborales y los antagonismos de clase más claros se ven en estas PYMES. Lo que nos indica que esta organización no pisa los centros de trabajo, y que considera que hay que ayudar al desarrollo de la PYME, cosa que por cierto es una de las reivindicaciones del comunicado de “mínimos” emitido por el autodenominado “Bloque Crítico”. 

El subjetivismo que rezuma el comunicado emitido asusta. Leemos expresiones tales como “El Bloque Crítico es ahora un frente común para unificar luchas y no un frente electoral, lo que queda reflejado en la presencia de sectores de IU que siguen viendo como referente electoral a esta coalición. Liderado desde sus inicios por el SAT, el Bloque Crítico debe ser mucho más dinámico, ampliarse a sectores críticos de CCOO, e ir más allá en la construcción de puentes entre luchas, por lo que es necesario compartir el liderazgo.” Es decir, nada de unir a la clase obrera desde abajo, desde los centros de trabajo, sino que la “ciudadanía” va a unirse mágicamente a proyectos elaborados por las cúpulas dirigentes de esas “50” organizaciones. Es decir, no son los sujetos revolucionarios, los trabajadores, los que con su accionar unen las luchas sino que ya les viene prefabricado por las cúpulas. Y estos señores son los que vomitan diariamente acusaciones sobre sectarismo y burocratismo. Sería difícil encontrar mejores pruebas de estas dos actitudes, que la suya.

Pero el subjetivismo no acaba aquí. Primeramente porque por mucho que se cante a los cuatro vientos la existencia de “el llamado Bloque Crítico constituido por más de 50 movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierdas", la genuina sopa de siglas, no deja de ser un castillo en el aire. Primeramente porque si cribamos “organizaciones” tales como librerías o la doble militancia, ya nos sobraría el 80% de la siglas de dicha sopa. Lo segundo es porque ninguna de las organizaciones que componen dicho bloque ejerce la más mínima influencia en la clase obrera. De ahí que tengan la imperiosa necesidad de atraer a su lado a los sindicatos amarillos, al sector crítico de CCOO. El PCOE ya se pronunció sobre el papel de CCOO dentro de la lucha de clases, como organización que nace de la necesidad del capitalismo de legitimarse en lo sindical desde la misma superestructura (http://pcoesevilla.blogspot.com.es/2012/12/analisis-marxista-leninista-de-la.html)

Sin embargo, como observamos, la socialdemocracia sigue considerando esta sigla como válida y no como parte del problema.
 
 

Pero el funambulismo político no acaba aquí. Leemos lo siguiente “El Bloque Crítico es ahora un frente común para unificar luchas y no un frente electoral”. Más allá que el tema de unificar las luchas desde las cúpulas sea dantesco, se observa por donde sopla el viento y cuales son las auténticas propuestas del reformismo. Más adelante delatan cual es el objetivo que persiguen estas organizaciones: “Será necesario construirlo desde las bases de los movimientos sociales, siguiendo el modelo de las CUP en los Països Catalans. Empezar por construir poder popular en barrios y centros de trabajo mediante la coordinación de las luchas, a la vez que vamos desarrollando un discurso político claro de cara a la ciudadanía y con la posibilidad real de concurrir a las próximas elecciones municipales”. Equiliquá. Ya tenemos nuevos mesías.  

En primer lugar obvian el carácter pequeño burgués de las CUP, y que su modelo no se basa en la construcción del poder popular en los centros de trabajo, sino que es el nacionalismo el que les ha llevado a experimentar un cierto “auge”. Auge que dicho sea de paso es ridículo en lo numérico, si utilizamos como vara de medir el número de votos, que es el baremo de todo socialdemócrata como estos. Incluso opciones del nacionalismo español y la reacción como “Ciudadanos” son electoralmente superiores, y la presencia de dichas CUP es nula en centros de trabajo. Las CUP son la expresión genuína de la sopa de siglas, su fuerza se basa en el aglutinante del nacionalismo catalán y no en la ligazón con la clase obrera. De ahí que estos movimientos fracasen, debido a las vacilaciones de la pequeña burguesía radicalizada que los conforma, ya que su base desaparece una vez que las opciones mayoritarias del nacionalismo se decantan por posturas más radicales. Es decir, castillos en el aire. 

Sin embargo lo más interesante es el papel que le dan a las urnas como elemento de cambio, como su meta final. Esto es lo que nos interesa, y que explica bien el papel que juega el oportunismo anticomunista. La teoría marxista sobre el Estado nos señala que este es el órgano de dominación de una clase sobre otra, el instrumento con que una clase social oprime a otra, la prueba palpable de la existencia y antagonismo de las contradicciones de clase. Es decir, el Estado surge con la sociedad de clases para dirimir de una forma violenta todos los conflictos que se producen entre la clase dominante y la dominada.

Esta sencilla definición es el abc del comunista. Sin embargo, los oportunistas tratan por todos los medios de desviar a la clase obrera del conocimiento de la teoría marxista del Estado. Para los oportunistas, el Estado es un ente situado por encima de las clases que sirve de elemento conciliador de los antagonismos de las diversas clases sociales. Para ellos, el Estado no es el arma de dominación de una clase sobre otra sino un ente que aparece de la nada, por encima de las clases, luego para ellos se puede reformar mediante cambios graduales, para darle un cariz más perfeccionado. Es decir, siendo el capitalismo el modo de producción dominante y el Estado el arma de dominación de la clase dominante (burguesía) sobre la dominada (clase obrera), ellos lo que pretenden es darle un rostro humano a este capitalismo reformando y perfeccionando ese Estado burgués que para ellos simplemente falla en la gestión, o en las siglas que lo “gestionan”. Reducen la naturaleza de clase del Estado a la acción de esta u otra personalidad individual o partido político, obviando que el Estado es la unión de toda una clase social que se conforma como instrumento de dominación.

Dicha concepción del Estado no puede ser más metafísica e idealista, muy lejos de la filosofía proletaria del materialismo dialéctico e histórico y del carácter científico del desarrollo de la sociedad y de la lucha de clases.

No es tema baladí el del Estado, pues la concepción de este u otro sentido nos lleva a diferentes -y divergentes- estrategias. Los comunistas, armados con las leyes científicas del desarrollo de la sociedad, sabemos que el Estado burgués debe ser destruido mediante una revolución que será violenta y un período que lo siga de Dictadura del Proletariado, si lo que realmente queremos es la superación del capitalismo y la construcción de la nueva sociedad socialista, única alternativa científica, superior y demostrada en la práctica al capitalismo.

En el caso de los oportunistas como estos, no se sabe qué otro sistema social, político y económico distinto al capitalismo se refieren. Los oportunistas creen que conquistando el parlamento o las instituciones burguesas mediante una votación, tienen ya el poder político del Estado. Se equivocan. El poder político pertenece a la clase dominante, a la burguesía, y el Estado es su arma de dominación que nunca van a ceder mediante métodos pacíficos ni mediante ninguna votación. Por tanto estos que nos prometen tomar el cielo por asalto en la urna electoral de la burguesía nos están mintiendo, no pretenden tomar el “gobierno”, puesto que el gobierno pertenece a la clase dominante, y se equivocan si creen que el Estado no va a reaccionar cuando ellos empiecen a aplicar sus medidas reformistas. El Estado cuenta además con cuerpos represivos tales como el ejército o la policía, destinados a reprimir al proletariado, y cuerpos legislativos como la judicatura o las leyes destinados a crear el marco legal de dominación clasista. Los oportunistas creen que con su llegada al gobierno esos órganos de la burguesía para mantener su dominación de clase van a cambiar mágicamente y ponerse a sus órdenes, debido a que ellos no conciben el Estado como arma de dominación de clase sino como señalamos antes, como instrumento por encima de las clases. Pero si lo que ellos pretenden es conseguir un cargo, una poltrona o gestionar el capitalismo, entonces se entiende esa obsesión por la cuestión electoral. 

Sigamos con el problema de la “unidad de la izquierda”. En primer lugar para los comunistas el eje dialéctico es la contradicción “proletario-burguesía” y no los términos burgueses “izquierda y derecha”. Por muchos se aseveran que el problema radica en que “la izquierda” no somos capaces de unirnos. ¿Pero, de qué izquierda hablan? Algunos quizás nos respondan resueltamente que se trata de la izquierda revolucionaria. ¿Pero, es que hay quien se crea que con la unidad de los partidos revolucionarios que hoy existen en el estado español es suficiente para cambiar el curso de los acontecimientos? ¿Es que todavía existen ilusos que consideran que la unidad de la izquierda bajo un programa de transformaciones, va a calar entre los trabajadores y en el pueblo en general, o siquiera puede ser un punto de partida?

Es evidente, que hay quienes se empeñan en no ver la realidad. En primer lugar ¿quién o qué clase social ha de dirigir el proceso revolucionario?. Indiscutiblemente, la clase obrera, que es la única capaz de aglutinar detrás de sí a todos los trabajadores y capas populares de la sociedad. Pero, la clase obrera sevillana se halla incapacitada en estos momentos, porque está mil veces fragmentada y carece de conciencia de clase. Y es aquí donde los partidos “revolucionarios” deben incidir, pues no se es revolucionario porque nos autotitulemos como tal, sino porque tengamos una táctica acertada y congruente con la realidad objetiva y subjetiva.

La clave es la recuperación de la ligazón con las masas. Este es un objetivo de todo aquel que se denomine partido revolucionario. Nuestros socialdemócratas no hacen mas que transcribir literalmente viejas consignas, de cuando los anarquistas, comunistas y socialistas, se congregaban en grandes partidos que ejercían una influencia mas que notable entre los trabajadores, a los que les bastaban un acuerdo entre ellos para movilizar a millones de trabajadores.

No hace falta ser un lince para darse cuenta que hoy no existe ningún partido comunista o revolucionario, que luzca un mínimo de influencia sobre nada. Y no confesarlo, es postergar hasta la eternidad el resurgir del movimiento obrero y popular en nuestro país.
 
Por todas estas razones, la creación del FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO, que no de organizaciones, tal y como aboga nuestro partido, sí puede ser el punto de partida para: unir a los trabajadores, dotarles de un programa revolucionario. Por todas estas razones, el PCOE trabaja afanosamente por la unidad de la clase obrera desde sus órganos más representativos, es decir, los comités de empresas, pero no para convertir a estos solo en buenos sindicalistas, pues los trabajadores han de superar el ámbito sindical y económico si quieren acabar con el sistema que le esclaviza. Los comités han de dirigirse, no a una unidad sin contenido, todo lo contrario deben elevarse a agentes sepultadores del sistema con un programa socialista. La ACDT como órgano de poder obrero forma parte, además, del este Frente Único del Pueblo (FUP), que es la unión de los órganos de poder del barrio -Asociaciones de Vecinos ( muy distintas en concepto a las que hoy en día existen), asambleas de estudiantes, de campesinos, etc -. que conforman el embrión del futuro estado obrero. Este Frente es un frente de la clase obrera y sus aliados, pero como decimos no es un “frente de izquierdas” ni un frente de organizaciones o expresiones organizativas.

Este Frente Único del Pueblo tiene como misión coexistir durante un determinado período de tiempo con el estado burgués, existiendo dualidad de poderes, hasta que el estado obrero (FUP) se imponga mediante la revolución socialista. El estado burgués representa los intereses de la burguesía, la clase social dominante, y se compone de los Parlamentos, los Ayuntamientos, las leyes, los jueces, la policía y el ejército, etc. De lo que se trata es de destruir su sociedad, pero no la destrucción y el caos porque sí; sino mediante la construcción de la nueva sociedad socialista como paso previo a la desaparición de la sociedad de clases.

Sin embargo el socialdemócrata Castillo no siempre ha sido tan partidario de la unidad, mucho menos de la unidad de clase y alianzas de clase realizadas fuera de las cúpulas dirigentes, realizadas fuera del burocratismo. Castillo llegó a participar en manifestaciones de la ACDT, la cual posteriormente abandonó por divergencias tácticas. Es decir, se comprueba que lo que este individuo buscaba era la “sopa de siglas” que le permitiese el control directo. Para él, el sujeto revolucionario en aquellos tiempos era el Foro Social de Sevilla. Ante el fracaso de dicho foro, sobre lo que ya advertimos, parece que ahora se anima al tinglado que viene a sustituirlo, que es el “Bloque Crítico”. Eso sí, sigue concibiendo la transformación de la sociedad en base a la colaboración de colectivos, en base a la sopa de siglas, pero ni que le hablen de dotar de organización a las masas.

Por tanto para el PCOE, y eso nos vale críticas de estos “sopistas de siglas” tales como sectarios, alejados de la realidad el trabajo no está en las sopas de siglas sino en conseguir una vinculación real del Partido con las masas. Como se explica en este análisis, los que están alejados de la realidad son ellos y la situación actual del proletariado en Sevilla es el mejor aval para considerar que su estrategia es un fracaso, metafísica y totalmente antimarxista.

El PCOE, como partido que recupera los fundamentos del leninismo, tiene como objetivo, y se marca como táctica el desarrollar células del Partido en la mayor cantidad de fábricas y centros de trabajo de la ciudad. Esa es la auténtica ligazón con las masas por la que lucha el PCOE, un trabajo de hormigas, sin reconocimiento mediático ninguno, pero que es la única fórmula de que una organización vuelva a tener la mínima influencia entre las masas. Crear células, organización leninista, es la vía al desarrollo de la conciencia de clase, que a día de hoy está  años luz de aparecer.

Se equivocan aquellos que creen que mediante la organización espontánea o por la mera agudización de las condiciones de vida de la clase obrera para lo negativo se producirá un cambio cualitativo en la conciencia de clase. Sólo el Partido Comunista puede llevar a cabo dicha tarea, y la lleva a cabo en los centros de trabajo, y fábricas donde se halla el sujeto revolucionario: la clase obrera. La combinación de lucha económica, ideológica y política es lo que nos llevará a empezar a sacar a proletarios de las garras del capitalismo, lo que nos permitirá vencer la hegemonía de la ideología de la clase dominante, burguesa. Y dicha tarea sólo la podrá llevar a cabo la célula comunista en su ámbito natural: la fábrica o el centro de trabajo. Todo aquel que considere innecesaria la existencia de la célula en el tajo, se equivoca, y la historia pone de manifiesto que es una equivocación reincidente. Esa es la etapa de desarrollo de la lucha de clases en la que nos encontramos. Claro que todo ello superando la mera lucha sindical.

 

 

 

 

 

 

 

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