Literalmente. Y además no podía ser de otro modo. El
capitalismo es un sistema de producción que no tiene como función el satisfacer
las necesidades del pueblo, sino permitir al capitalista(al empresario) obtener
la mayor ganancia posible sin que para ello importen los métodos. Dentro del
capitalismo, al producirse para ganar cada vez más, llega un momento en que la
abundancia de mercancías producidas hace que la sociedad no pueda adquirir
todas y de ahí que se produzcan las crisis del sistema: las crisis de
sobreproducción. Observemos por ejemplo el caso concreto de España y veremos
que en esta época de crisis, cuanta mayor abundancia de viviendas vacías existe
se produce a la misma vez la crónica tragedia de los desahucios a la clase
trabajadora.
Volviendo al tema central, las necesidades por parte de los
capitalistas de producir cada vez más y más barato para vencer a la competencia
les lleva a saltarse cualquier norma o cualquier estándar de calidad en el
proceso de producción. Y la alimentación es uno de los procesos productivos
clave, ya que se producen mercancías de primera necesidad para la sociedad. Así
leemos en la prensa burguesa un par de ejemplos, no aislados sino que forman
parte del modo de producir las mercancías en el capitalismo. Nos referimos a la
noticia de la existencia de bacterias fecales en la repostería de una conocida
cadena de grandes superficies:
y al estudio de la composición cárnica y cualitativa de las
hamburguesas que compramos en cualquier establecimiento:
Los capitalistas, en su afán de lucro y en base a la
anarquía en la producción imperante en el capitalismo, nos ofrecen literalmente
“mierda” en un caso y carne de infame calidad en el otro. Ofrecer mercancías de
tan nimia calidad no es capricho ni maldad de una empresa determinada, sino que
esa empresa se ve obligada a hacerlo para vencer a una competencia que ahorrará
costes también como y cuanto pueda. Es decir, si este empresario no produce
hamburguesas con carne de caballo a un precio irrisorio, vendrá otro
capitalista(empresario-emprendedor) que lo haga y que consiga imponerse en el mercado.
Pero esto no queda aquí. Los capitalistas en su afán de
producir cada vez más barato deslocalizan capitales a terceros países donde la
mano de obra que adquieren es semi-esclava y goza de menores salarios y
derechos laborales que en el Estado Español. Curiosamente, el mismo estado
capitalista o las autonomías incentivan la deslocalización con la excusa de la
expansión del capital español a nivel internacional; un eufemismo para decir
que se llevan nuestro dinero, el producto que los obreros producimos a otros
países para aumentar sus cuentas de resultados. En Sevilla lo vimos con
Gillete, lo estamos viendo con Roca y lo veremos cuantas veces dicte la
burguesía, porque ellos son los dueños de los medios de producción y pueden
hacer con ellos lo que les venga en gana.
Y hay más. Los capitalistas, para abaratar los costes sin importar
la calidad, recurren constantemente a la tercerización de servicios, es decir,
a las subcontratas para producir cada vez más barato y por ende peor. Es decir,
una empresa consigue un contrato para producir una determinada mercancía y no
es ella misma la que lo elabora sino que recurre a una tercera empresa para que
fabrique este producto por ella. Esto es así porque las condiciones laborales,
contractuales en la empresa subcontratada hacen que el empresario original se
ahorre una buena cantidad de dinero, con la que acumular cada vez más capital.
El capitalismo tiende a la concentración de capitales. Las
grandes empresas vencen a las pequeñas ante la imposibilidad de competir con
estas en el terreno de la libre competencia. La tienda de ultramarinos del
barrio no puede ofrecer los mismos precios que la gran superficie de turno,
puesto que esta última obtiene mejores precios de los proveedores debido a su
volumen y por ende le permite bajar los precios. Bajada que se produce hasta
que se elimina la competencia de la pequeña empresa, y es cuando la gran
superficie artificialmente vuelve a elevar los precios ante la ausencia de
competencia.
Esta anarquía de la producción solo trae miseria y
empobrecimiento a la clase obrera y al conjunto de los trabajadores. Ante ello,
los comunistas luchamos por la única alternativa válida y demostrada a este
sinsentido capitalista: una economía planificada científicamente y
centralizada, que tenga como fin no el lucro sino la satisfacción de las
necesidades de la clase obrera. Una economía planificada donde se racionalicen
los recursos, frente al despilfarro banal de los capitalistas. Una economía
planificada que garantiza el pleno empleo, la educación, la sanidad, el acceso
a la cultura y a una vida digna para las grandes masas obreras. Una sociedad
sin patrones ni explotados, una sociedad donde el poder emana de los centros de
trabajo, de las fábricas, de las uniones de campesinos y jornaleros.
Seguir apostando por mantener el capitalismo, ya sea por
parte de aquellos que necesitan objetivamente mantenerlo o los que por miedo a
la revolución y a la lucha de la clase obrera optan por las reformas es seguir
engañando a la clase obrera. Urge pues organizarse en las filas del Partido
Comunista Obrero Español, la organización que armada con la ciencia del
marxismo-leninismo guíe al proletariado y a sus clases aliadas a la toma del
poder y a la construcción de la sociedad socialista.
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