viernes, 15 de febrero de 2013

Ante la polémica sobre el fascismo en Sevilla


“El fascismo es una abierta dictadura terrorista de los elementos más reaccionarios, más chovinistas, más imperialistas del capital financiero”. Espléndida definición de fascismo por parte de Jorge Dimitrov y la III Internacional, que a día de hoy conserva toda su vigencia.

Sin embargo, tras esa cita hay algo más, algo que muchos olvidan en sus análisis y es el carácter de clase del fascismo: la dictadura de la burguesía y el movimiento de las masas pequeño burguesas.
Para algunos, el fascismo se reduce a las bandas de matones, neonazis y demás lumpen que actúan como elementos paramilitares ejecutando su violencia contra todo aquel que les disguste. No han comprendido ni el carácter histórico del fascismo ni su contenido de clase.
Debemos comprender que nos encontramos en un Estado en la fase imperialista de su desarrollo, y como sabemos todo Estado es una dictadura de una clase sobre otra. Este carácter de clase del Estado es muy importante subrayarlo, pues algunos omiten dicha característica para poder legitimar su vulgar proyecto reformista y socialdemócrata: fraseología pseudo-revolucionaria pero oportunismo de hecho.

Esto es importante recalcarlo pues de esas concepciones oportunistas ellos sacan la conclusión de que la lucha contra el fascismo la realizan todos los estratos sociales, eludiendo la función que en la lucha contra el fascismo espera al proletariado.

Para ellos el fascismo no es más que “bonapartismo”, es decir, que para ellos el asalto al poder por el fascismo no lo realiza una clase social determinada, la burguesía, sino generales, bandas paramilitares, etc. Niegan pues el fascismo como dictadura de toda una clase social.

Los comunistas sabemos que el fascismo no es más que una consecuencia de la fase imperialista del desarrollo del capitalismo, por tanto en esta fase se produce una tendencia a la reacción de todas las instituciones de la burguesía, debido a la necesidad por parte de la burguesía de ejercer una fuerte presión sobre los trabajadores. Por otro lado, las viejas formas que toma la dictadura del capital se vuelven un impedimento para el desarrollo y la acumulación de ganancias de la burguesía.
Es muy sencillo entender esto, si la burguesía necesita exprimir a los trabajadores, jornadas superiores a las diez horas, salarios de miseria y hambre, desahucios es lógico pensar que la respuesta obrera, aún espontánea, sin conciencia de clase por el escaso desarrollo del Partido Comunista y sin organización se producirá de todos modos. La burguesía debe contener esto, la burguesía debe revolverse contra las mismas formas de Estado que ella ha creado y para ello recurre al fascismo, para asegurar su propia supervivencia de clase y la de su sistema de producción: el capitalismo.

El fascismo no es solamente un régimen de terror, sino una lucha de masas de la pequeña burguesía contra el proletariado. El fascismo se esfuerza por construir sus propias organizaciones de masas de carácter pequeño burgués para combatir a fondo contra el proletariado.

Por tanto es un error desligar la lucha contra el fascismo de la lucha de clases, es un error desligarlo del carácter de clase del Estado, es un error desligarlo de la lucha por la conquista del poder político para la clase obrera, y cuando los errores se hacen conscientemente, se trata de una traición.
Como consecuencia de ello la lucha contra el fascismo va unida al desarrollo de la herramienta de lucha  política contra el poder de la burguesía: el Partido Comunista.

Es un error de bulto pensar que en los denominados “frentes de masas” se encuentra la solución a este problema, pues un vistazo rápido a su composición nos muestra que las masas son totalmente ajenas a dichos frentes, que únicamente agrupan a individuos organizados en diversas siglas totalmente alejadas de esas masas, y de esa clase, que dicen representar. Es decir, algunos parten del subjetivismo, de un análisis incorrecto de la situación para desarrollar su estrategia. No contentos con eso, confunden al sujeto revolucionario que es la clase obrera, siendo para ellos este sujeto revolucionario el propio frente de masas, la sopa de siglas de turno, que es para ellos el fin en sí mismo.

El PCOE de Sevilla considera que no se puede desligar la lucha contra el fascismo, que no es más que otra etapa en la lucha de clases, de la tarea de educar revolucionariamente al proletariado, pero no ese proletariado de los auto-denominados “frentes de masas” sino al auténtico proletariado que se encuentra en los centros de trabajo, en las fábricas y en los barrios. Solo la creación de la conciencia de clase del proletariado, la comprensión por parte de este de la necesidad de la conquista del poder político para poner fin a su situación de explotación nos permitirá plantar cara al fascismo, con las mayores posibilidades de victoria.

Todo lo demás, como ya hemos explicado es afianzar la ideología burguesa. La afianzan aquellas tendencias oportunistas que dedican su existencia a tratar de aglutinar a los sectores “de base” de expresiones organizativas ajenas a la clase obrera, sin analizar el carácter de clase pequeño-burgués de dichas expresiones organizativas y de cómo forman parte orgánica del Estado de los monopolios, de la dictadura de clase de la burguesía. No han comprendido que la clase obrera se sitúa al margen de estas expresiones organizativas, incluso cada vez más les dan la espalda en el parlamento. No han comprendido el papel que desarrollan elementos de esas mismas “bases” en los centros de trabajo, como apuntaladotes de la ideología burguesa. Lo único que pretenden, en consonancia con el papel histórico que ha jugado su tendencia fraccionaria, es insuflar oxígeno a la socialdemocracia en estos momentos en que se encuentra en la UVI y con visos de entrar en fase terminal.

Asimismo condenamos el papel de aquellos que ensalzan el papel espontáneo del movimiento obrero, de los que niegan el papel dirigente del Partido, de los que tienen como misión limitarse a ser meros testigos del movimiento espontáneo, los que predican el seguidismo y marchan a la zaga de todos los procesos espontáneos, a los que abandonan a su desarrollo espontáneo. Esto sólo contribuye a dejar a la clase obrera huérfana de su Partido, del Partido Comunista, lo que significa desarmar a la clase obrera en estos momentos cruciales.

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