“El fascismo es una abierta dictadura terrorista de los
elementos más reaccionarios, más chovinistas, más imperialistas del capital
financiero”. Espléndida definición de fascismo por parte de Jorge Dimitrov y la
III Internacional, que a día de hoy conserva toda su vigencia.
Sin embargo, tras esa cita hay algo más, algo que muchos
olvidan en sus análisis y es el carácter de clase del fascismo: la dictadura de
la burguesía y el movimiento de las masas pequeño burguesas.
Para algunos, el fascismo se reduce a las bandas de matones, neonazis y demás lumpen que actúan como elementos paramilitares ejecutando su violencia contra todo aquel que les disguste. No han comprendido ni el carácter histórico del fascismo ni su contenido de clase.
Debemos comprender que nos encontramos en un Estado en la fase imperialista de su desarrollo, y como sabemos todo Estado es una dictadura de una clase sobre otra. Este carácter de clase del Estado es muy importante subrayarlo, pues algunos omiten dicha característica para poder legitimar su vulgar proyecto reformista y socialdemócrata: fraseología pseudo-revolucionaria pero oportunismo de hecho.
Para algunos, el fascismo se reduce a las bandas de matones, neonazis y demás lumpen que actúan como elementos paramilitares ejecutando su violencia contra todo aquel que les disguste. No han comprendido ni el carácter histórico del fascismo ni su contenido de clase.
Debemos comprender que nos encontramos en un Estado en la fase imperialista de su desarrollo, y como sabemos todo Estado es una dictadura de una clase sobre otra. Este carácter de clase del Estado es muy importante subrayarlo, pues algunos omiten dicha característica para poder legitimar su vulgar proyecto reformista y socialdemócrata: fraseología pseudo-revolucionaria pero oportunismo de hecho.
Esto es importante recalcarlo pues de esas concepciones
oportunistas ellos sacan la conclusión de que la lucha contra el fascismo la
realizan todos los estratos sociales, eludiendo la función que en la lucha
contra el fascismo espera al proletariado.
Para ellos el fascismo no es más que “bonapartismo”, es
decir, que para ellos el asalto al poder por el fascismo no lo realiza una
clase social determinada, la burguesía, sino generales, bandas paramilitares,
etc. Niegan pues el fascismo como dictadura de toda una clase social.
Los comunistas sabemos que el fascismo no es más que una
consecuencia de la fase imperialista del desarrollo del capitalismo, por tanto
en esta fase se produce una tendencia a la reacción de todas las instituciones
de la burguesía, debido a la necesidad por parte de la burguesía de ejercer una
fuerte presión sobre los trabajadores. Por otro lado, las viejas formas que
toma la dictadura del capital se vuelven un impedimento para el desarrollo y la
acumulación de ganancias de la burguesía.
Es muy sencillo entender esto, si la burguesía necesita exprimir a los trabajadores, jornadas superiores a las diez horas, salarios de miseria y hambre, desahucios es lógico pensar que la respuesta obrera, aún espontánea, sin conciencia de clase por el escaso desarrollo del Partido Comunista y sin organización se producirá de todos modos. La burguesía debe contener esto, la burguesía debe revolverse contra las mismas formas de Estado que ella ha creado y para ello recurre al fascismo, para asegurar su propia supervivencia de clase y la de su sistema de producción: el capitalismo.
Es muy sencillo entender esto, si la burguesía necesita exprimir a los trabajadores, jornadas superiores a las diez horas, salarios de miseria y hambre, desahucios es lógico pensar que la respuesta obrera, aún espontánea, sin conciencia de clase por el escaso desarrollo del Partido Comunista y sin organización se producirá de todos modos. La burguesía debe contener esto, la burguesía debe revolverse contra las mismas formas de Estado que ella ha creado y para ello recurre al fascismo, para asegurar su propia supervivencia de clase y la de su sistema de producción: el capitalismo.
El fascismo no es solamente un régimen de terror, sino una
lucha de masas de la pequeña burguesía contra el proletariado. El fascismo se
esfuerza por construir sus propias organizaciones de masas de carácter pequeño
burgués para combatir a fondo contra el proletariado.
Por tanto es un error desligar la lucha contra el fascismo
de la lucha de clases, es un error desligarlo del carácter de clase del Estado,
es un error desligarlo de la lucha por la conquista del poder político para la
clase obrera, y cuando los errores se hacen conscientemente, se trata de una
traición.
Como consecuencia de ello la lucha contra el fascismo va unida al desarrollo de la herramienta de lucha política contra el poder de la burguesía: el Partido Comunista.
Como consecuencia de ello la lucha contra el fascismo va unida al desarrollo de la herramienta de lucha política contra el poder de la burguesía: el Partido Comunista.
Es un error de bulto pensar que en los denominados “frentes
de masas” se encuentra la solución a este problema, pues un vistazo rápido a su
composición nos muestra que las masas son totalmente ajenas a dichos frentes,
que únicamente agrupan a individuos organizados en diversas siglas totalmente
alejadas de esas masas, y de esa clase, que dicen representar. Es decir,
algunos parten del subjetivismo, de un análisis incorrecto de la situación para
desarrollar su estrategia. No contentos con eso, confunden al sujeto
revolucionario que es la clase obrera, siendo para ellos este sujeto
revolucionario el propio frente de masas, la sopa de siglas de turno, que es
para ellos el fin en sí mismo.
El PCOE de Sevilla considera que no se puede desligar la lucha contra el fascismo, que no es más que otra etapa en la lucha de clases, de la tarea de educar revolucionariamente al proletariado, pero no ese proletariado de los auto-denominados “frentes de masas” sino al auténtico proletariado que se encuentra en los centros de trabajo, en las fábricas y en los barrios. Solo la creación de la conciencia de clase del proletariado, la comprensión por parte de este de la necesidad de la conquista del poder político para poner fin a su situación de explotación nos permitirá plantar cara al fascismo, con las mayores posibilidades de victoria.
Todo lo demás, como ya hemos explicado es afianzar la
ideología burguesa. La afianzan aquellas tendencias oportunistas que dedican su
existencia a tratar de aglutinar a los sectores “de base” de expresiones
organizativas ajenas a la clase obrera, sin analizar el carácter de clase
pequeño-burgués de dichas expresiones organizativas y de cómo forman parte
orgánica del Estado de los monopolios, de la dictadura de clase de la
burguesía. No han comprendido que la clase obrera se sitúa al margen de estas expresiones
organizativas, incluso cada vez más les dan la espalda en el parlamento. No han
comprendido el papel que desarrollan elementos de esas mismas “bases” en los
centros de trabajo, como apuntaladotes de la ideología burguesa. Lo único que
pretenden, en consonancia con el papel histórico que ha jugado su tendencia
fraccionaria, es insuflar oxígeno a la socialdemocracia en estos momentos en
que se encuentra en la UVI y con visos de entrar en fase terminal.
Asimismo condenamos el papel de aquellos que ensalzan el papel espontáneo del movimiento obrero, de los que niegan el papel dirigente del Partido, de los que tienen como misión limitarse a ser meros testigos del movimiento espontáneo, los que predican el seguidismo y marchan a la zaga de todos los procesos espontáneos, a los que abandonan a su desarrollo espontáneo. Esto sólo contribuye a dejar a la clase obrera huérfana de su Partido, del Partido Comunista, lo que significa desarmar a la clase obrera en estos momentos cruciales.
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