No existe posibilidad alguna de
reformar la sociedad capitalista, ésta es explotadora en esencia y el
proletariado no tiene interés alguno en modificarlo, sino en destruirlo y
enviarlo, de una vez por todas, al basurero de la historia.
La socialdemocracia ofrece la
falsa esperanza a los trabajadores de que, haciendo uso de los mecanismos y de
las instituciones burguesas, podrá implementarse un Estado que sirva a los
explotados.
Los socialdemócratas rechazan
sistemáticamente la existencia de la lucha de clases, y determinan que el
enemigo a vencer es el neoliberalismo, no el capitalismo como sistema.
Dentro de un marco de
producción capitalista es inconcebible la igualdad, o la desaparición de la
explotación del hombre por el hombre.
Los socialdemócratas tan solo
tratan de dar un rostro humano a un sistema explotador como es el capitalismo.
En el caso de España, la
burguesía utiliza como pretexto la presencia de Izquierda Unida y del Partido
Comunista de España -ambos partidos oportunistas y socialdemócratas- en las
instituciones, para afirmar la existencia de la democracia.
Los partidos mencionados no
son, pues, más que herramientas al servicio de la burguesía para suplantar a
las fuerzas revolucionarias que realmente pretenden acabar con el capitalismo.
Son incluso capaces de
representar a la gran burguesía y de servir descaradamente a sus intereses,
como se ha demostrado en Andalucía, tras el pacto entre el PSOE e IU.
La socialdemocracia es, por
tanto, enemiga del proletariado. Tan solo supone una distorsión del verdadero
objetivo: la implementación del socialismo.
Nosotros, los comunistas,
somos los sepulteros del capitalismo, no sus reformadores. La socialdemocracia
es, pues, la puta del capitalismo.
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