La
realidad de la profunda crisis estructural capitalista, manifestada de
forma sincronizada en las mismas metrópolis del capitalismo monopolista
de Estado, pone al descubierto la verdadera esencia depredadora de un
modo de producción caduco y criminal que, bajo los dictados de la
oligarquía financiera, está provocando el sufrimiento de millones de
trabajadores, generando cuotas monstruosas de pobreza, miseria,
sobrexplotación y desempleo entre el proletariado y las clases populares
subyugadas.
Bien
sabemos que las crisis son intrínsecas al sistema capitalista, y que
tales crisis no son más que la representación de las contradicciones
incurables por las que discurre el capital en plena fase imperialista. A
la brutal ofensiva clasista contra el conjunto del pueblo trabajador,
empujada por las expectativas de obtener mayores tasas de extracción de
plusvalía, la oligarquía complementa su maximización de beneficios
intensificando los conflictos bélicos entre sus bloques dominantes, a
fin de expandir sus monopolios, controlar mercados y copar las
principales fuentes de materias primas. Las contradicciones tanto
interimperialistas como intraimperialistas ponen de manifiesto, una vez
más, no sólo que la lucha de clases es el motor de la historia sino que,
como dijo Lenin, en la actualidad vivimos en la etapa superior del
capitalismo, la etapa de la revolución social.
Los
límites históricos de este modo de producción se nos muestran cada día
más claros; estas relaciones de producción chocan frontalmente con el
desarrollo de las fuerzas productivas, y en su desesperada carrera hacia
la supervivencia no duda en mandar al proletariado hacia el siglo XIX,
en franca alianza con el oportunismo mendaz que, todavía
hoy, sigue narcotizando al movimiento obrero para desviarlo de sus
objetivos emancipadores. A pesar de los esfuerzos por contener lo
incontenible de esas cúpulas oportunistas (UGT-CCOO-USO), hoy
comprobamos como millones
de trabajadores son embrutecidos, degradados y lanzados al abismo del
desempleo y la miseria en masa, mientras los derechos arrancados tras
largas décadas de luchas obreras son aniquilados de forma fulminante.
La
oligarquía decide, la patronal y su Gobierno ejecutan y las cúpulas
sindicales aplauden y aceptan. Todos forman parte del mismo engranaje y
todos sirven a los mismos intereses burgueses (Estado, UE, FMI, BM).
Estos líderes sindicales al servicio del IBEX-35 fingen desacuerdo con
sus amos capitalistas al tiempo que se afanan en firmar “Acuerdos para
el Empleo” infames, mendigando pactos con esos mismos criminales,
enemigos declarados del pueblo trabajador. Si oligarcas y burgueses
conforman la clase dominante dispuesta a sacrificar en el altar del
capital a millones de trabajadores, tales oportunistas se limitan a
pedir que ese altar, por lo menos, esté acolchado antes de pasar a
cuchillo a la víctima proletaria. A ese punto de estulticia y
degeneración han llegado las traidoras cúpulas sindicales adscritas a la
organización imperialista CSI.
La
situación de los trabajadores en cualquier centro de trabajo del Reino
de España atestigua la aplastante victoria (temporal siempre) de la
burguesía, precisamente en momentos en que esta crisis estructural
capitalista devora al pueblo trabajador. La lucha de clases se agudiza,
pero un movimiento obrero huérfano de unidad y solidaridad de clase no
logra más que explosiones de ira puntuales para poco después languidecer
derrotado, desorganizado y despolitizado. A la oligarquía le basta de
momento con un movimiento obrero dividido, descabezado y a la deriva,
tarea que delega en sus lacayos sindicales encaramados en las
direcciones de las centrales amarillas. Esclavizados en lo económico,
inmovilizados en lo político y sometidos en lo ideológico. Nos están
ganando la lucha de clases en todos los frentes y estamos sufriendo las
brutales consecuencias.
Algunos
datos ponen de manifiesto el cenagal en el que nos ha metido la
oligarquía dominante, firmemente engarzada a las estructuras imperiales
de la UE; casi el 30% de la población bajo el umbral de la pobreza, más
del 65% de asalariados por debajo del “mileurismo”, un tercio de ellos
sin siquiera llegar al miserable SMI de 641,40€ (Fundación 1º de Mayo, CCOO),
un 40% de autónomos y más de un 25% de pensionistas en riesgo de
pobreza, 1 de cada 2 jóvenes parado y cerca de 6 millones de
desempleados, casi 400.000 trabajadores saliendo al extranjero para
sobrevivir (CERA- Censo Electoral de Españoles Residentes en el Extranjero ),
o la criminal cifra de más de 9 suicidios diarios en el régimen español
(INE año 2010), atestiguan la bancarrota social y económica de la
producción capitalista. Los 500 desahucios diarios en el Estado español o
la destrucción de las redes públicas sanitarias o educativas coronan la
putrefacción del régimen capitalista español.
Pero
la democracia burguesa también muestra todo su esplendor en nuestros
puestos de trabajo. Si en la esfera política nos dejan elegir entre
pegarnos un tiro en el pie o en la cabeza, en el ámbito laboral la
disyuntiva no es diferente; reducciones salariales y destrucción de
condiciones laborales o despidos colectivos. Los casos de Iberia,
Telefónica o T-Systems a través de ERE mastodónticos (con la
consiguiente precarización de los que quedan activos), así como decenas
de miles de despidos tanto en la empresa privada como en la función
pública confirman, no sólo la conformación de un aberrante Ejército
proletario de reserva, sino también la legalización de la esclavitud
asalariada, coronada por la legalidad burguesa a través de reformas
antiobreras. Nos colocan a las puertas del siglo XIX y todavía algunos
líderes oportunistas de CCOO y UGT pretenden
“negociar” instrumentalizando justas Huelgas Generales a fin de seguir
babeando por un “pacto social”. Su tiempo se agota.
Quien
no quiera ver en este panorama antiobrero y antipopular la caducidad de
un régimen agotado que camina hacia el abismo sobre ríos de sangre
proletaria; quién no quiera ver que cualquier vía intermedia sólo
alargará la agonía de millones de productores; quién no quiera ver en el
oportunismo las manos de los oligarcas en el movimiento obrero; quien
no quiera ver que la única salida a este proceso criminal diario pasa
por la organización del poder popular, por la construcción de la
Asamblea de Comités, Delegados y Trabajadores y por la conformación de
un poderoso Frente Único del Pueblo para enfrentarse a este atroz estado
de cosas, simplemente o es ciego o un ignorante. Quién no quiera ver en
el socialismo y la dictadura del proletariado el único camino hacia el
fin de la explotación, la opresión y el terror contra el conjunto del
pueblo trabajador simplemente es un traidor que no merece más que
nuestra denuncia y condena.
A
la división, desorganización e individualismo nihilista esparcidas
entre el proletariado por la clase dominante, el PCOE responde con un
firme llamamiento a la unidad y la solidaridad de la clase obrera,
pilares básicos hacia la edificación de un combativo movimiento obrero
que se sepa dueño de su destino como sujeto histórico revolucionario,
capaz de construir sus propias instituciones democráticas proletarias,
galvanizado entorno a su vanguardia proletaria y firmemente decidido a
mandar al basurero de la historia a este modo de producción senil y su
parasitaria y criminal oligarquía dominante.
Unir,
organizar y dirigir al proletariado hacia la victoria; esa es la tarea
inaplazable de los comunistas, única vía posible y real para derrocar a
la barbarie a la que nos someten diariamente.
El
conjunto del proletariado debe saber con certeza que ellos mismos y sus
hijos no son ni serán más que esclavos desechables si continúan
agachando la cabeza, si continúan atemorizados y desorganizados, si
continúan perdiéndose en aventuras oportunistas, si continúan asimilando
el veneno lanzado por la ideología dominante.
¡Por las Asambleas de Comités, Delegados y Trabajadores y el Frente Único del Pueblo, construyamos poder popular!
¡Construyamos socialismo!
¡Viva la lucha de la clase obrera!
Comisión de Movimiento Obrero y de Masas del Comité Central del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)
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